“Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente”

 Jorge Luis Borges

Este curso, igual que ocurrió el curso pasado, nuestra biblioteca se está utilizando como aula- grupo.

No se ha engalanado como otros años, pero no quisiera que pasara este día sin rendirle un pequeño homenaje, con la esperanza de que pronto podamos volver a entrar en tu pequeño universo.

El 24 de Octubre se celebra el Día Internacional de la Biblioteca.

Los egipcios denominaban a la biblioteca como la fuente del saber, y de carácter general cuando nos referimos a la biblioteca nos referimos al lugar donde se guarda una grandísima e interesante colección de libros. Aunque las bibliotecas han sufrido grandes cambios durante los últimos años y en algunas ocasiones no gozan de la importancia que tenían antes, estas siguen teniendo su día internacional de celebración.

Este día se celebra desde 1997 como recuerdo al incendio que se produjo en 1992 en la Biblioteca de Sarajevo por el conflicto serbobosnio.

Esta iniciativa surgió gracias a la Asociación Española de Amigos del Libro para destacar la importancia y funciones de las Bibliotecas como un punto de encuentro cultural, formativo y de conocimientos.

¿Qué se pretende con este día?

  •  Promover el hábito de la lectura. De esta manera se intenta hacer llegar el mensaje tanto a los más jóvenes como a los adultos para que se den cuenta de la importancia de la lectura y sobre todo de fomentarla en los más pequeños para que adquieran este buen hábito y les ayude en su formación.
  • Punto de encuentro entre la cultura y el conocimiento. También ayuda a valorar la función de las bibliotecas no solo como el lugar donde se guardan gran cantidad de libros sino como su valor histórico y su gran función en la labor de formación de los jóvenes y adultos con la cultura.

Poema de los dones

Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta declaración de la maestría

de Dios, que con magnífica ironía

me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños

a unos ojos sin luz, que sólo pueden leer

en las bibliotecas de los sueños

los insensatos párrafos que ceden.

Las albas a su afán. En vano el día

les prodiga sus libros infinitos,

arduos como los arduos manuscritos

que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)

muere un rey entre fuentes y jardines;

yo fatigo sin rumbo los confines

de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente

y el Occidente, siglos, dinastías,

símbolos, cosmos y cosmogonías

brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca

exploro con el báculo indeciso,

yo, que me figuraba el Paraíso

bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra

con la palabra azar, rige estas cosas;

otro ya recibió en otras borrosas

tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías

suelo sentir con vago horror sagrado

que soy el otro, el muerto, que habrá dado

los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema

de un yo plural y de una sola sombra?

¿Qué importa la palabra que me nombra

si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido mundo

que se deforma y que se apaga

en una pálida ceniza vaga.

Jorge Luis Borges